Navega tus emociones

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Entre el pensar y el hacer está el sentir.

A veces nos gustaría elegir que sentir.

O sentir algo distinto a lo que estamos experimentado en ese momento.

Quisiéramos tener voluntad sobre nuestros sentimientos y emociones.

Como algunas de ellas son incómodas y traen displacer, tratamos de superarlas y avanzar, o ignorarlas enfocando nuestra atención en otras partes.

A veces puede funcionar.  A lago plazo no.

Cuando cortamos con nuestro sentir, cortamos con toda la gama de emociones, no sólo con las que no queremos sentir. Nos alejamos de la alegría, el placer, la liviandad, la paz y todas las demás. Al querer bloquear el dolor, hemos bloqueado también el placer, entrando en un espacio de entumecimiento y agotamiento que nos impide realizar nuestros sueños.

Con el paso del tiempo podemos desarrollar enfermedades físicas,  depresión, ansiedad o burn out. A corto plazo nos desconecta de nuestras necesidades y por lo tanto de la capacidad de gestionarlas.

Ignorar nuestra emoción es un camino hacia el sufrimiento.

Y aunque podemos aprender a cambiar nuestros focos de atención, reestructurar nuestro diálogo interno, y a respirar la intensidad emocional no podemos elegir lo que sentimos.

Las emociones y las sensaciones son mensajeros de lo que está pasando en ese momento, que nos indican cursos de acción y necesidades propias. Son indicadores de bienestar.

Aunque algunas pueden ser mal vistas socialmente, y hemos aprendido a disfrazarlas, negarlas u ocultarlas, cuando no son expresadas tienden a acumularse y expresarse de modos explosivos generando malestar en nuestras relaciones.

En nuestra búsqueda de racionalidad y el consuelo que brinda la sensación de control, solemos estar ausentes de nuestra naturaleza emocional, por lo que cuando se manifiesta suele dejarnos mal parados o con una profunda sensación de aislamiento e incomodidad.

Parte de recuperar nuestro poder personal y desarrollar nuestra inteligencia emocional, tiene que ver con la comprensión de la función de nuestra parte emocional que:

  • actúa como brújula en cuanto a necesidades que se están viendo o no satisfechas.
  • mantiene el cuerpo en equilibrio,
  • Nos protege de o vincula con otros, comunicar interna y externamente la situación generando a su vez impulsos de acción que me ayuden a prolongarla o a transformarla; es también la base de nuestra capacidad aprender y recordar y de vincularnos entre nosotros.

No existen emociones buenas ni malas, ellas son sólo información pasando a través de nuestro sistema.  Nuestro trabajo es desarrollar nuestra capacidad de reconocerlas, nombrarlas, conectar con el estímulo que las generó y elegir una línea de acción adecuada.

Simple, no?

Je!

Se puede aprender y practicar.

Para comenzar:

  1. Ubica tu emoción en el cuerpo
  2. Nombra lo que sientes: no lo juzgues ni lo desvalorices
  3. Toma conciencia de los pensamientos con los que alimentas tus emociones ¿son verdad?
  4. Comunica tu emoción buscando expresar la necesidad que requiere ser satisfecha

Al entender nuestras emociones como fuerzas que nos inundan, podemos elegir navegarlas, haciéndonos responsable de nuestra propia capacidad de flotar (observarlas) y, aceptar al mismo tiempo la fuerza del agua que nos moviliza a actuar.

Como seres sintientes, podemos asumir el inmenso poder que nos da estar conectados con nuestro propio corazón y con la red de la vida que nos hace posibles. Conocer y honrar lo que sentimos es el origen de la paz interior que acompaña expresar nuestra verdad.

Si quieres profundizar en tu proceso y desarrollar tu inteligencia emocional, me puedes escribir para acompañamiento personalizado, o adquirir uno o varios de los cursos que hemos diseñado para ti, como  “Juegos de la Mente” “Navega tus emociones” “Bienestar y autocuidado” y “Convivir y disfrutar del intento”.

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2 comentarios en “Navega tus emociones”

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