Aunque no nos guste porque sentimos que nos coloca en una posición vulnerable y eso nos resulte incómodo.
Incluso si detestemos a Disney y a todas sus damiselas en peligro.
Aunque creamos que al ser nuestra vida, debemos resolver por nosotros mismos nuestros asuntos.
Aún con la percepción de que si pedimos algo nos ponemos en deuda.
¿Porqué hacerlo?
Cuando no pedimos ayuda hacemos que el camino sea más largo y doloroso, e incluso puede perdamos cosas importantes para nosotros por no saber comunicarnos y conectar.
Al no mostrar nuestra vulnerabilidad es difícil que la otra persona sepa lo valiosa que es y nos pueda cuidar adecuadamente.
Creer que podemos solos, es olvidar que la vida es un continuo de aprendizaje, en la que a medida que creces aparecen nuevos desafíos que te invitan a asumir más dimensiones de lo que eres.
Estos desafíos atraviesan tanto lo social, como lo sexual, pasando por lo político e incluyendo el amor, el cambio, el dolor y la pérdida. Todas estas experiencias son relacionales e involucran a otros con quienes nos entretejemos y compartimos vida.
Así que, no somos solos, y naturalmente aunque sólo cada uno puede hacer su propio trabajo interior, es a través de otros donde podemos aprender y poner en práctica lo que se va integrando.
La vida es desafiante, pero si además lo que has hecho con heridas y desengaños anteriores es cerrar el corazón y “superarlo” y dejarlo atrás, el peso de los asuntos sin resolver será cada vez mayor restándote fuerza; además, éstos tienden a aparecer de nuevas formas y en nuevas relaciones.
Elegir aislarse y sufrir en silencio pretendiendo que todo está bien mientras estás cerrado por dentro, y aguantar relaciones mediocres e insatisfactorias por no tener herramientas para gestionarte y comunicar, es sufrir sin necesidad.
Basta de hacerse el fuerte
Basta de lidiar solo con el miedo, la desorientación, la mediocridad sexual, la impotencia política y preguntas vitales profundas
La fortaleza no es esconderse de la mirada de otros, la fortaleza está en asumir las propias emociones y cuidarse a uno mismo, a veces pedir ayuda es el primer de aprendizaje antes de la autonomía.
A veces pedir ayuda es aceptarse frágil, insuficiente frente a la situación actual, impotente por falta de herramientas y lo suficientemente sabio como para ir a nuevos lugares a resolver viejos problemas.
Pedir ayuda es aceptar que las dinámicas relacionales que nos llevaron a la situación en la que estamos (temas de pareja, financieros, de adicciones, angustia o soledad) fueron creadas por patrones para los que no es suficiente la voluntad de cambio.
Pedir ayuda es amarse a uno mismo y confiar lo suficiente en el propio valor como para ser visto en totalidad, en sombras y matices
Es asumir nuestra responsabilidad de adquirir herramientas para cuidar de nosotros mismos y ser así cada día, más libres al construir relaciones donde tenemos la libertad de poder ser todo lo que somos frente a otros.
Recomiendo que cuando pidas ayuda partas de la base de la intuición (si no conectas por ahí no es) y dependiendo de la frecuencia y profundidad en la que se presenta la misma situación problemática, esta sea profesional: llámese psicólogo, terapeuta, chamán, maestro, lo que sea que te acomode. Busca personas que sean ejemplos vivos de lo que dicen ser y prácticas que te bajen al cuerpo y te centren. Invierte tiempo, energía, atención y dinero e incorpora el conocimiento en la vida cotidiana.
Si necesitas ayuda búscala; si resonaste conmigo puedes escribirme directamente para una consulta, o ir a la sección de regalos y escuchar meditaciones guiadas, también puedes adquirir uno de nuestros cursos virtuales. Busca lo que sientas que te puede hacer bien.
Pedir ayuda es saber que mereces amor, cuidado y contención.
Es sentir que somos dignos de amor, porque aún con nuestra sombra y nuestra oscuridad, tenemos derecho que a ser tal y como somos.